domingo, 16 de junio de 2013

La Perdiz, Los Maquis y el Molino Bartolo. Parte II

LOS MAQUIS.

El maquis,1 también conocido como la guerrilla, Resistencia española o GE (Guerrilleros Españoles), fue el conjunto de movimientos guerrillerosantifascistas de resistencia en España que comenzó durante la Guerra Civil. El casi inmediato estallido de la Segunda Guerra Mundial sorprendió a gran parte de los excombatientes republicanos en territorio francés; muchos de ellos se incorporaron a la Resistencia francesa en lo que fue la Agrupación de Guerrilleros Españoles. A partir de 1944, con los ejércitos alemanes en retirada, muchos de estos guerrilleros reorientaron su lucha antifascista haciaEspaña. Pese al fracaso de la invasión del Valle de Arán en ese año, algunas columnas consiguieron progresar hacia el interior y enlazar con las partidas que habían permanecido en el monte desde 1939.
El periodo de máximo apogeo guerrillero fue el comprendido entre 1945 y 1947. A partir de este año se intensificó la represión franquista, que poco a poco fue terminando con las partidas o grupos. Muchos de sus integrantes murieron o fueron detenidos (lo que en muchos casos supuso igualmente la muerte), otros escaparon a Francia o Marruecos. En el año 1952 se procede a la evacuación de los últimos contingentes de importancia. Desde ese año, quienes aún resisten en el monte, negándose a elegir entre exilio o muerte, luchan ya casi exclusivamente por la supervivencia. El final del maquis lo marcan las muertes de Ramón Vila en 1963 y de José Castro en 1965.
                                                                                                   (Wikipedia)
 
Maquis


   Según le oí contar en varias ocasiones, mi padre había tenido contacto frecuente con maquis en los Hospitales Militares de Jaca y Zaragoza, donde hizo su Servicio Militar como Practicante, tras iniciar sus estudios como tal en el Hospital Militar Gómez Ulla de Madrid.
  En esa  zona próxima a la frontera francesa, era más frecuente y abundante la presencia de miembros del Maquis, bien residentes o bien de paso hacia otras regiones de España. Y, en consecuencia, no eran infrecuentes los enfrentamientos entre miembros del Maquis y fuerzas de orden público, principalmente Guardia Civil, el grupo de las fuerzas del estado más utilizado en la represión de cualquier movimiento de oposición al Régimen, y por tanto en la lucha contra los Maquis.
  Con  algunos de los heridos en esos enfrentamientos, llevados al Hospital Militar de Jaca, tuvo contacto mi padre, como Practicante que debió atenderles y con el que establecieron cierto grado de confianza que le llevó, en alguna ocasión, a ayudarles, depositando en Correos de forma clandestina, alguna carta de estos, dirigida a su familia, dándoles noticias de su suerte. O más bien, de su mala suerte.
  Referíanle algunos cómo en numerosas ocasiones habían tenido en el punto de mira de sus fusiles a patrullas o destacamentos de soldados, dejándoles pasar sin un disparo, ya que eran, en su mayoría, simples paisanos, soldados de reemplazo, que bastante tenían con soportar su frío, su hambre y sus piojos lejos de su casa, a cambio de nada. No ocurría así con la Guardia Civil, pues estos habían hecho de ello su oficio y forma de vida, siendo el primer y más encarnizado de sus enemigos, y el primer instrumento de represión de cualquier movimiento de rebeldía o, simplemente, de reivindicación. Y el sentimiento era mutuo.
  Era nuestro pueblo el centro geográfico de una zona activa de la guerrilla comprendida entre los términos municipales de Minglanilla, Motilla del Palancar, Almodóvar, Monteagudo de las Salinas y Cardenete, extendida con frecuencia a la zona de las Hoces del Cabriel. Dado lo accidentado de su orografía fue refugio de los últimos Maquis que se movieron por la provincia de Cuenca. Y que, a esas alturas, más que un movimiento guerrillero eran pobres supervivientes echados al monte como única forma de supervivencia de algunos significados opositores al Régimen del General Franco o, a veces, solamente familiares de estos que se escondían de las represalias de la Guardia Civil.
  Alguno de los más viejos del lugar quizás recuerden el nombre de “El Manco de la Pesquera” uno de los últimos y más conocidos  que se movieron por esos lares.
Basiliso Patrocinio Serrano Valero, nacido en el término municipal de La Pesquera, próximo a Minglanilla, en la casa llamada de “la cirujana” en el paraje de “El Molinillo”, en abril de 1908.
  De este hombre, tenido por buena persona y no como enemigo por las gentes de aquellos pueblos, y respetado incluso por sus enemigos, se cuenta que llegó incluso a comer en alguna ocasión con el mismo Gobernador Civil de Cuenca.
  De su buen carácter habla una anécdota que se contaba, del principio de la Guerra Civil, cuando un grupo de milicianos pretendió fusilar al Cura de su pueblo, y él lo impidió diciendo “Aquí no sobra nadie. Si acaso lo que falta es  pan para todos”. Con acciones similares se ganó el respeto de amigos y enemigos.
  Pero esta es otra historia que alguien, con más conocimientos que yo, podrá contar mejor.
  El caso es que por lo referido a la situación geográfica de nuestro pueblo con relación a los maquis, los mandos del Cuartel de Campillo de Altobuey tuvieron a bien poner un pequeño destacamento con tres o cuatro de ellos en Paracuellos.
  Nosotros vivíamos por aquel entonces en una casa que era de Leonor y Virgilio, el padre de Pedro y Mariluz.  Y más de una noche se sentaron junto a la lumbre bajo la gran chimenea que había (y creo que hay) en la cocina-comedor-sala de estar de la casa.
  Y allí les oí hablar de los maquis y a mi padre contar sus historias con ellos en el Pirineo. Yo, al fin y al cabo, solo era un güacho sentado en un rincón escribiendo cien veces en cualquier papel “se escriben con b las palabras terminadas en bir, menos hervir, servir y vivir”. Cosas de D. Roberto.
Guardia Civil.
  Solo recuerdo el nombre de uno de ello, el Sr. Martín, y su mujer, la Sra. Micaela, con los que después de que se suprimiera el destacamento de Paracuellos y volviesen al Cuartel del Campillo, seguimos manteniendo relación, y no fueron pocas las ocasiones en que, años más tarde y tras merendar en mi casa, que por entonces estaba junto al “Cercao”, mi madre se despedía alargándole un talego con alguna torcáz o conejo y diciéndole  “déle esto a la Sra. Micaela”.


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