Era Maruja Pardala
güertana agreste y bravía,
fuerte brazo y carne prieta;
las piernas a la medía,
justo pa llegar al suelo;
y cuatro palmos arriba,
u sea, a los siete justos,
dos ojos como garbanzos
y tres mechones de arbustos
Paticorta, lengüilarga,
dispuesta para el trabajo,
lo mismo arranca patatas
que siega cuatro yerbajos
para engordar tres polluelos.
Sabe de cortar limones,
de amasar a los marranos,
y de escardar los bancales
aunque le corten las manos
en el invierno los hielos.
Sabe de mil privaciones,
y sabe de pasar hieles,
pues tiene siete zagales
que comen como lebreles
y miran como mochuelos.
Más de un día se durmiera
sin comer María Pardala
si el Señor de las Güertanas
no llenase las laderas
de ricos higos de pala.
Y trepando por la cuesta
los va cogiendo María
antes de que el sol caliente,
para llenar una cesta
con la comida del día.
Las tripas le van sonando
con tan gran algarabía
que, según coge los higos,
uno a la cesta va echando
y el otro pa la barriga.
Así cogiendo y
comiendo,
“este porque está maduro,
este para los zagales,
este que se está rompiendo,
este está una miaja duro”….
a la par barriga y cesta
con los frutos más sabrosos;
y va las hambres matando
y va bajando la cuesta.
Luego en casa, con esmero,
los pone en agua y los barre
para quitarles las pinchas,
que si nó, a los puñeteros,
no hay después quien los agarre.
Después, con mucha paciencia,
uno a uno en la cocina
los frutos va preparando,
que pelar es una ciencia
que poca gente domina.
Según los corta y prepara
sigue comiendo, sin culpa,
el que, demasiao maduro,
se rompe cuando separa
la dura piel de la pulpa.
Pela y come, come y pela,
para ella y los demás,
que hoy fue buena la cosecha;
y el montón corre que vuela
hasta que no quedan más.
Tantos higos se comió
ese día la
Pardala
sin querer, burla burlando,
que el vientre se le atrancó
con tantos higos de pala
que, según fueron bajando,
le formaron un tapón
allá por la sentaera,
donde se iban atrancando,
duro como el hormigón.
La tarde se va pasando,
los higos van recociendo
el saco de la barriga,
las tripas se van quejando
y los dolores subiendo.
Serian más de las diez
cuando sintió un apretón
que, desde el ojo del culo
hasta cerca de la nuez,
dejó sin respiración.
Agarrándose a una vara
que tenía, de avellano,
pudo llegar al corral,
y apalancarse a la parra
bien fuerte, con las dos manos.
Arremangando la saya
y doblá por la cintura,
sin parar de resoplar,
se agachó, bajó las bragas,,
y…!rediós, otra apretura!
¡Que agonías, que sudores!
¡Jesús, que dolor más fuerte!
La pobre María Pardala
tenía tales dolores
que parecían de muerte.
Se apalancó como pudo
al tronco de un jinjolero,
se sujetó con las manos
las tripas, hechas un nudo,
y apretó con desespero.
endispues otro apretón
de la barriga pa abajo,
un abrírsele las carnes…
¡y una tremenda explosión!
Las semillas de los higos
saltaron con tanta inquina
que mataron tres conejos,
dos canarios de un vecino
y diez o doce gallinas.
Y fue el ruido tan tremendo
de tanta deflagración
que a una cerda que paría
más allá de Torremendo
le cortó la parición.
Nadie ha vuelto a dar memoria
de los pasos de María.
…Que se fue con un cubano…
…que la vieron por Vitoria
con un viejo de Alquerías…
Hasta dicen sí fue un OVNI
los vecinos del lugar
el qué explotó aquella noche,
mató las doce gallinas
y destrozó to el corral.
Esta historia se remató en Murcia por su
autor,
D. Javier Cuevas Alcañiz, el veintidós
de abril de 2005.
Esta historia está basada, aunque parezca mentira, en un hecho real acaecido y vivido por mi mismo mismamente en la puerta de Urgencias de una Clínica de Murcia.
ResponderEliminarDesgraciadamente hoy no sería posible este acaecimiento dada la plaga que ha asolado las paleras murcianas.
Quede como un recuerdo de "los tiempos aquellos que pué que no güelvan".
ya lo he leido lo encuentro bien
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